Después de nueve meses de espera, llega el momento deseado, el del nacimiento del bebé. La madre es la que, salvo indicaciones médicas prescritas por su ginecólogo, suele decidir cómo quiere que sea el parto y, entre otras cosas, deberá elegir si desea que se le aplique la anestesia epidural o no.

De unos años a esta parte, esta anestesia loco-regional, que se introduce por la parte baja de la espalda, por la proximidad de las raíces nerviosas que salen de la médula, ha sido objeto de críticas, tales como que entorpece el parto o, incluso, que puede tener efectos negativos en los recién nacidos.

Sin embargo, pese a que pueda en algún caso generar algún efecto secundario tal y como se informa en los consentimientos informados ante todo tipo de intervención médica, es cierto que también la epidural ayuda a la madre y al bebé, sin interferir en el progreso del parto ni producir daños en el niño.

Esta anestesia, que se administra en ausencia de sufrimiento fetal, comenzó a emplearse para disminuir el dolor de las contracciones y permitir que la paciente colabore mejor durante el parto, aportando así también beneficios en el bebé, que tolera mejor la presión que ejerce el útero sobre él durante las contracciones.

Al lograr esa insensibilidad o eliminación del dolor sin afectar a las ramas motoras, que mantienen la movilidad de la paciente, la madre siente las contracciones en forma de presión, con un ligero adormecimiento en piernas y nalgas, manteniendo la energía suficiente para empujar y colaborar durante el expulsivo.

En su acción, la epidural puede disminuir algo el nivel de oxitocina y con ello, las contracciones y su intensidad, pero no ralentiza la dilatación. En todo caso, puede prolongar ligeramente el expulsivo, con la posibilidad de requerir maniobras instrumentales; pero un expulsivo más lento favorece la adaptación del bebé desde el medio acuático al medio aéreo mediante su paso por el canal de parto.

Existen también posturas que plantean la posibilidad de que si se aplica esta anestesia una vez que haya comenzado el trabajo de parto, la dilatación puede llegar a ser más corta porque la madre no realiza contracciones de manera refleja ante la presencia de dolor, lo que hace que la musculatura del suelo pélvico esté más relajada.

Monitorización permanente de la madre y el bebé

En todo caso, con objeto de ofrecer la máxima seguridad al bebé y la madre y minimizar los riegos todo lo posible, los profesionales monitorizan en todo momento las constantes vitales de la madre –la tensión arterial, el pulso o la oxigenación— y se controla el nivel anestésico durante todo el parto. Igualmente, el bebé está controlado durante todo el proceso para actuar con máxima celeridad en el que caso de que se presenten complicaciones.

Según profesionales de las tres especialidades involucradas en un parto, anestesista, ginecólogo y neonatólogo, se pueden destacar las siguientes ventajas de este tipo de anestesia:

  • disminuye el dolor de las contracciones hasta evitarlo pero permitiendo cierta movilidad
  • como la madre tolera mejor el dolor de las contracciones, se lo transmite al bebé, que también soporta mejor la presión que ejerce el útero sobre él
  • el fármaco anestésico se elimina a las dos horas de haber terminado el parto
  • es la técnica de analgesia en el parto que menor repercusión tiene sobre el bebé porque no utiliza fármacos depresores del sistema nervioso central
  • la anestesia por sí sola no incide en los ingresos de los bebés en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatal. Suele estar acompañado de otro tipo de complicaciones
  • no afecta hormonalmente a la madre
  • no está relacionada con la depresión postparto
  • la recuperación es rápida
  • no influye en la lactancia materna

Como en toda anestesia, se pueden producir efectos secundarios, aunque los más graves, como problemas hemorrágicos, neurológicos, infecciosos o respiratorios, se dan en contadas ocasiones. Entre las complicaciones más frecuentes pero de escasa gravedad, están:

  • analgesia incompleta a pesar de que se suministra correctamente (un 5 % de los casos)
  • dificultad para orinar tras el parto
  • bajada de la tensión arterial
  • dolor de cabeza
  • náuseas y vómitos
  • fiebre y temblores
  • el catéter se mueve de su sitio

José Luis Prieto
Servicio de Ginecología y Obstetricia

Dr. Krzysztof Kruder
UCI Neonatología

Dr. Ignacio Pinazo
Servicio de Pre-anestesia, Anestesia y Cuidados Intermedios

Hospital Nuestra Señora del Rosario