Parkinson y otros trastornos del movimiento

Enfermedad de Parkinson

Las neuronas que controlan los movimientos voluntarios de los músculos son más largas que el resto de neuronas (sus prolongaciones pueden llegar a medir, desde la corteza cerebral hasta la médula, más de un metro).

El conjunto de todas estas prolongaciones dentro del cerebro y en la médula espinal forman lo que se denomina “vía piramidal”. Si se interrumpe o secciona en algún punto el recorrido de la vía piramidal, la persona sufre una incapacidad para realizar movimientos voluntarios por debajo de la sección, dando lugar a una plejia. Dependiendo del lugar donde se haya cortado la vía piramidal, el paciente presentará monoplejia, hemiplejia, paraplejia o tetraplejia.

Para que la estructura de la vía piramidal funcione, la sustenta otro sistema muy complejo que controla todas las acciones no voluntarias para que, al final, los movimientos voluntarios se ejecuten perfectamente. Es lo que llamamos sistema extrapiramidal. Está integrado por núcleos de neuronas que forman cadenas y circuitos que, si por cualquier causa (puede ser genética, vascular, traumática, infecciosa…), sufren una lesión, se producirá una serie de alteraciones como pueden ser el temblor o la rigidez, dependiendo de que exista un exceso de excitación o una mayor carga de inhibición.

La enfermedad del Parkinson es el trastorno del movimiento más frecuente y se define por una conjunción de dos trastornos que son aparentemente contrarios: el paciente no puede controlar los movimientos no voluntarios, pero presenta incapacidad para la ejecución de cualquier movimiento voluntario complejo como por ejemplo, la marcha, a causa de la rigidez.

Diagnóstico

El diagnóstico clínico de la Enfermedad de Parkinson se basa en la sintomatología que refiere el paciente y en la exploración neurológica por parte de nuestro equipo multidisciplinar.

Además se realiza una evaluación individualizada con escalas y tests que facilitan la valoración de cada caso y define su nivel de déficit y su evolución en el tiempo.

Todo ello se completa con pruebas de Resonancia Magnética o PET.

Cirugía de Parkinson

Muchos pacientes responden al tratamiento farmacológico, pero presenta muchos efectos secundarios que, pasados más de cinco años, afectan a la salud general del enfermo. Llega un momento en casos de Parkinson avanzado, que es mejor pensar en tratamiento quirúrgico.

Las técnicas de neuroestimulación están consiguiendo resultados muy satisfactorios en el 80% de los pacientes afectados de trastornos del movimiento.

El objetivo de esta cirugía es desbloquear los movimientos voluntarios. Gracias a la mejor comprensión que tienen los neurocirujanos del comportamiento del sistema extrapiramidal, junto con las novedades en técnicas de neuroimagen, la cirugía para la enfermedad del Parkinson es una opción muy segura que garantiza una mejora notable del paciente tras su intervención.

Estimulación cerebral profunda

El equipo de Neurocirugía de INEAMAD es pionero en una nueva técnica quirúrgica para tratar la Enfermedad de Parkinson: la estimulación cerebral profunda (ECP). Es una forma de actuar sobre el sistema extrapiramidal que no provoca la destrucción irreversible de ninguna estructura cerebral. Con esta cirugía conseguimos un nuevo balance excitador-inhibidor que compensa los síntomas discapacitantes del Parkinson, dejando el sistema nervioso inalterado y posibilidades abiertas a cualquier otra actuación en un futuro, como por ejemplo, el implante celular o la microadministración selectiva de fármacos.

Las garantías que ofrece este abordaje apoya la teoría actual de intentar no prolongar el tratamiento farmacológico en pacientes de Parkinson cuando las medicinas dejan de ser eficaces.

Existe otro tipo de cirugía, el procedimiento ablativo, que ya no se sugiere ya como primera elección. Consiste en realizar una sección en un núcleo neuronal concreto, que queda lesionado de forma irreversible.

También hay técnicas que aún están en fase de experimentación como el implante cerebral de células fetales, pero no tiene aplicación en clínica.

¿Cómo funciona la Estimulación Cerebral Profunda?

Se implantan electrodos de estimulación crónica que se unen a un generador de corriente, como se haría con un marcapasos. La corriente pasa a través de este electrodo e inhibe la actividad neuronal del núcleo donde se ha implantado.

La principal ventaja es que es reversible. Si la estimulación no ha resultado beneficiosa, se puede retirar el electrodo sin que resulte dañado el cerebro. Además, es posible realizar otras intervenciones bilaterales sin producir efectos colaterales graves.

Pero lo más evidente es que la estimulación cerebral profunda permite adaptar los niveles de estimulación a las necesidades personales del paciente, en función siempre de su eficacia o de los efectos adversos que puedan aparecer.

Esta técnica que funciona en la cirugía del Parkinson, también se está empezando a aplicar en otros trastornos del movimiento, como el temblor esencial, la distonía u otro tipo de temblores derivados de esclerosis múltiple accidentes cerebrovasculares o traumatismos encefálicos.

Procedimiento quirúrgico

Para implantar el estimulador se precisan dos intervenciones:

– Primera intervención:

  • Es una cirugía larga y se realiza con anestesia local.
    • Se determinan las coordenadas del núcleo subtalámico
    • Se le coloca al paciente el marco esterortáxico
    • Se realizan estudios de neuroimagen para localizar con precisión el núcleo subtalámico
    • Se comprueba la localización anatómica
    • Se monta un complejo sistema con un microelectrodo que permite registrar la actividad eléctrica de las neuronas
    • El neurofisiólogo registra la actividad, que puede ser de forma espontánea o tras realizar determinadas exploraciones al paciente
    • Este sistema permite ubicar la localización exacta donde se debe colocar definitivamente el electrodo de la estimulación.
    • Si el resultado es positivo, se deja el electrodo por debajo de la piel conectado a un cable que se saca a través de la piel, y que se conecta posteriormente al estimulador, finalizando así esta fase quirúrgica
    • 24 horas después se inician los test de estimulación para valorar si el resultado es el deseado

– Segunda intervención:

  • Se aplica anestesia general
    • Se implanta de forma definitiva el sistema debajo de la piel
    • Se instala el estimulador en el pecho, por debajo de la clavícula, conectado al electrodo intracerebral.

El neurólogo deberá ir adaptando los parámetros de estimulación y la medicación en función de los resultados que obtenga.