Ácido fólico
Existe una sólida evidencia sobre la reducción de la incidencia y recurrencia de los defectos del tubo neural (DTN) como anencefalia (no se desarrolla el encéfalo), encefalocele (protusión o bulto provocado por la salida del encéfalo) y espina bífida, con el consumo de cantidades adecuadas de folatos antes de la concepción y durante las primeras semanas del embarazo.
Así mismo se ha demostrado que la ingesta de folatos junto con complejos multivitamínicos durante toda la gestación, reduce la incidencia de malformaciones cardiacas, urinarias, oro-faciales (labio leporino), de extremidades y estenosis pilórica (engrosamiento de los músculos del píloro). Se precisan más estudios para establecer su papel en la prevención de otras complicaciones durante el embarazo, como el desprendimiento de placenta y el parto prematuro.
En España la Dirección General de Salud Pública del Ministerio de Sanidad y Consumo aconseja el aporte farmacológico suplementario con folatos en función de las características de cada mujer:
- Mujer sin factores de riesgo de tener un hijo con defectos del tubo neuronal, que planifica su embarazo y que cumple correctamente las prescripciones médicas, se recomienda una dieta con alimentos ricos en folatos y la suplementación diaria con un preparado multivitamínico con ácido fólico (0,4-1 mg) desde al menos dos o tres meses antes de la concepción y a lo largo de todo el embarazo y el periodo posparto (de 4 a 6 semanas o mientras se mantenga la lactancia natural).
- Mujer con factores de riesgo de tener un hijo con defectos del tubo neuronal, como epilepsia, diabetes mellitus insulina-dependiente, obesidad (IMC >35 kg/m2) o antecedentes familiares de defectos del tubo neuronal, se recomienda aumentar la ingesta de alimentos ricos en folatos y la suplementación diaria con un preparado multivitamínico con ácido fólico (5 mg) desde al menos tres meses antes de la concepción y continuar hasta la 10ª-12ª semana posconcepción. Desde este momento hasta el término del embarazo y durante el periodo posparto (de 4 a 6 semanas o mientras se mantenga la lactancia natural), la suplementación debe ser con un preparado multivitamínico de ácido fólico (0,4-1 mg).
Es muy importante que su administración sea diaria, dado que no existe una reducción apreciable del riesgo cuando el suplemento se toma de forma irregular o se inicia a partir del segundo mes de la gestación. No hay evidencia de efectos adversos asociados a las dosis de folatos administradas durante la gestación.
Son alimentos ricos en folatos: las coles de Bruselas, espárragos, espinacas, col y judías verdes (más de 100 microgramos por ración) o brócoli, berza, coliflor, lechuga y naranjas (más de 50 microgramos por ración).
Yodo
El yodo es un oligoelemento necesario para la síntesis de las hormonas tiroideas. Si la ingesta de yodo es escasa aparece un conjunto de alteraciones funcionales y anomalías del desarrollo. Si el déficit de yodo sucede durante el periodo crítico del desarrollo cerebral, que se extiende desde la etapa fetal hasta el tercer mes después del nacimiento, se altera la maduración (mielinización) normal del Sistema Nervioso Central y causa alteraciones del desarrollo psicomotor, trastornos neurológicos, retraso mental y cretinismo endémico (retardo en el crecimiento físico y mental). La deficiencia de yodo es la principal causa de retraso mental evitable en el mundo.
En las consultas preconcepcional y prenatal se debe recomendar la ingesta de alimentos ricos en yodo, fundamentalmente lácteos y pescado, así como fomentar la utilización de sal yodada por la mujer durante el embarazo y la lactancia.
La dosis recomendada durante el periodo preconcepcional es de al menos 150 microgramos diarios de yoduro potásico, debiendo incrementarse durante el embarazo y lactancia hasta al menos 200 microgramos/día.
Hierro
El hierro es un micronutriente esencial. La deficiencia de hierro es el déficit nutricional más frecuente en el mundo y causa la anemia ferropénica, que es la forma más común de anemia en la mujer embarazada en España, a pesar de que la suplementación con hierro es una recomendación casi universal para su prevención.
La cantidad de hierro que se absorbe en el intestino depende de: el contenido del mineral en los alimentos, de la forma química en que está, de la composición de la dieta y de las necesidades de hierro.
Dos tipos de hierro:
El hierro hemínico es de origen animal y procede de la carne de vacuno, de ave y de pescado; su absorción intestinal es buena (20-30%) y no es interferida por otros componentes de la dieta.
El hierro no hemínico es de origen vegetal y está presente en las legumbres (judías, garbanzos, habas, lentejas y soja), vegetales (espinacas y acelgas), frutos secos, cereales y algunos alimentos de origen animal como la leche y el huevo. También es el hierro de los alimentos fortificados y de los suplementos farmacológicos. Su absorción intestinal es pobre (menos del 5%), y se modifica por la composición de la dieta. La vitamina C (naranja, mandarina, kiwi, pomelo y tomate), el ácido málico (manzana) y el ácido tartárico (uvas) potencian la absorción del hierro no hemínico. El fosfato cálcico (leche, yogurt y otros lácteos), el ácido fítico (cereales integrales y legumbres) y los polifenoles (té, café y mate) inhiben la absorción del hierro no hemínico.
La absorción del hierro complementario es máxima si se ingiere 30 minutos antes de las comidas. La dosis recomendada de hierro elemental al día es de 30 mg durante el embarazo y de 15 mg/dia durante la lactancia.
Dra. Yolanda Expósito Lucena, ginecóloga del Hospital Nuestra Señora del Rosario