Han pasado ya unos meses desde el terremoto que asoló Nepal. Las Hermanas de la Caridad de Santa Ana llevan años trabajando con los más necesitados, por lo que compartimos información de primera mano, a la que también se puede acceder a través de la Fundación Juan Bonal:

 

La Hermana Jacinta Abraham trabaja en Nepal desde hace unos años. Nació en la India, y se unió a las Hermanas de la Caridad de Santa Ana debido a su vocación de servicio y ayuda al prójimo. Desde este país vecino, viajó a Nepal para desempeñar su labor en la misión de las Hermanas. Su primera impresión fue buena, pero con el tiempo, al conocer en profundidad la realidad del país, se dio cuenta de las grandes necesidades que existían. Entre otras muchas cosas, enseña inglés a las niñas pequeñas. Su visión de los nepalíes confirma que son gente abierta, cálida, sonriente y optimista.

Las misiones de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana en la India fueron creadas hace mucho tiempo, y desde allí crecieron y viajaron a Nepal en el año 2007. Desde entonces, estos 8 años han servido para que desempeñen una labor educativa de gran importancia para los niños nepalíes analfabetos y sin recursos.
En Nepal hay 7 Hermanas, 4 en Katmandú y 3 al Este, cerca de la India. Algunas de ellas trabajan directamente en colaboración con los jesuitas, en el Colegio de San Javier. Otras desarrollan su labor en el centro de las Hermanas, junto al cual se ofrece también educación para niñas sin recursos. Las Hermanas hacen mucho énfasis en la educación para la igualdad de género, una asignatura pendiente en el lugar: la tradición machista impide el desarrollo adecuado de algunas niñas, pero éstas ven cómo se les abren oportunidades, gracias a la formación que reciben en el centro. Viajan desde las aldeas del interior hasta el lugar en el que se encuentran las Hermanas, y de este modo pueden recibir su educación. Un proyecto de futuro plantea el modelo de internado, gracias al cual las niñas puedan evitar los duros desplazamientos. Esto, en gran medida, depende de la consecución de los permisos gubernamentales, cuya concesión es difícil, sometida a estrictos procedimientos.
La tragedia golpeó al país con dureza. Las víctimas lo han perdido todo: sus casas, sus escasos enseres, toda su vida. Tienen miedo de volver a entrar en sus casas, ya que no es seguro, y duermen a la intemperie, acompañados del frío y la inquietud. Los tres meses de monzón que se avecinan no ayudarán, ya que aumenta el frío y la humedad. El riesgo de enfermedades aumenta, especialmente entre los más pequeños, los enfermos y los ancianos. Actualmente, los que han perdido sus casas comparten pequeños espacios: hasta dos familias llegan a vivir hacinadas en 3 metros cuadrados.
El Gobierno no llega a ayudar a todas las áreas afectadas, y las víctimas se esfuerzan en continuar con sus vidas, haciendo todo por su cuenta. Al menos, allí donde se les permite, ya que el Gobierno prohíbe la reconstrucción de casi todos los edificios, con algunas excepciones.
Las aldeas de las montañas han sufrido más que la ciudad de Katmandú, y reciben menos ayuda. El Gobierno no tiene una actitud abierta, y la estabilidad política no está conseguida. La educación se presenta como la herramienta para lograr un futuro sólido y un gobierno estable.
Los jesuitas han obtenido el permiso para reconstruir casas y escuelas, y ahora trabajan en la planificación de este proyecto, en el que colaboran las Hermanas de la Caridad de Santa Ana.
De momento, las víctimas reciben lo básico para sobrevivir y un cobijo temporal hecho con planchas, telas, etc.
La emergencia humanitaria es enorme, y las necesidades muy urgentes. La parte positiva que podemos extraer de todo esto es que, una vez llevados a cabo los proyectos, la reconstrucción les porveerá de mejores edificios, más resistentes, y que la educación e infraestructuras sentarán las bases de un mejor futuro para los nepalíes.
La Hermana Jacinta quiere transmitir un mensaje. Está profundamente agradecida a todos los que han ayudado, ayudarán o están con Nepal a través de su pensamiento. Los siente a todos cercanos y para ella es inestimable recibir tantos gestos solidarios. Pero también pide que la ayuda continúe, que no se olvide a los nepalíes, pues sus necesidades son grandes y la tragedia no ha terminado: sus efectos se dejarán sentir durante mucho tiempo, de manera especialmente intensa en los próximos meses.
Cuando la Hermana Jacinta vuelva a Nepal próximamente, llevará consigo todo nuestro cariño y apoyo: allí le espera una ardua tarea.