Insistimos reiteradamente en los beneficios del periodo estival como época para el descanso y el relax después del estrés del resto del año. Pero también llamamos la atención sobre los efectos negativos que pueden provocar las altas temperaturas en ciertos sectores de la población. En este caso nos gustaría incidir en las consecuencias para las embarazadas y en las precauciones que se han de adoptar.
Durante la gestación se originan cambios fisiológicos y adaptativos para el adecuado desarrollo de la misma que, a un mismo tiempo, hacen a las futuras madres más vulnerables a los efectos del calor. Una vulnerabilidad que, en principio, no afecta directamente al feto, pues este se mantiene dentro del útero en una temperatura media de 36,5 grados que le permiten estar protegido. Solamente una deshidratación severa de la madre podría provocarle algún problema y es poco probable.
La temperatura corporal de la mujer crece de un modo natural durante el embarazo, por lo que las gestantes son más susceptibles de padecer un golpe de calor. Las altas temperaturas agudizan algunos síntomas frecuentes de las embarazadas, como el cansancio y la fatiga, especialmente en el último trimestre de gestación. Asimismo, el calor puede conllevar deshidratación, taquicardia y fallos circulatorios. No obstante, una correcta precaución reduciría las probabilidades de que cualquiera de estos trastornos apareciera.
Sudoración
La sudoración, sin embargo, es más difícil de controlar. De ahí la conveniencia de permanecer en lugares frescos y pasear en las horas en que los rayos de sol tienen una menor incidencia. Una ropa holgada y fresca y un calzado cómodo serán suficientes para favorecer la transpiración y no dificultar la adecuada circulación.
Alimentación
¿Qué es conveniente ingerir durante los meses más cálidos? La recomendación no dista mucho de la dieta habitual durante el embarazo: frutas, verduras y hortalizas de temporada, que aportan nutrientes necesarios y en su composición reúnen un alto porcentaje de fibra y agua. También lácteos frescos y no olvidar la importancia de una debida hidratación. En caso de optar por zumos de frutas, mejor decidirse por los naturales y poco azucarados.
Cambios fisiológicos
Durante la gestación las transformaciones hormonales ocasionan cambios en la pigmentación de la piel en determinadas zonas del cuerpo. Una larga exposición al sol, por otra parte, agravaría esta circunstancia, por lo que es aconsejable usar productos que garanticen una adecuada protección solar.
Otro cambio fisiológico es la vasodilatación, que se incrementa considerablemente por el calor y afecta particularmente a las extremidades inferiores. De ahí la sensación de pesadez y el aumento del edema (hinchazón) en pies y tobillos, signo que se agudiza a lo largo del día. Es muy recomendable, en los momentos de reposo, mantener las piernas en alto, efectuar una actividad física apropiada en las horas del día aconsejadas y no pasar mucho tiempo sin andar.
Sensación de mareo
Finalmente, es posible que durante el verano aumente el conocido síndrome supino-hipotensivo, esto es, la sensación de mareo y malestar al tumbarse boca arriba, pues el peso del útero comprime los grandes vasos abdominales -especialmente la vena cava-, lo que se traduce en la disminución del riego sanguíneo cerebral. Lo más recomendable es tumbarse del lado izquierdo en las horas de descanso.