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Convertida en la segunda causa de discapacidad neurológica en pacientes de entre 20 y 40 años (el 70% mujeres), la Esclerosis Múltiple (EM) es una enfermedad inflamatoria del sistema nervioso que afecta a 47.000 personas en España –2,5 millones en todo el mundo–, según datos de Esclerosis Múltiple España.

 

En la Esclerosis Múltiple, un fallo en el sistema inmunológico, encargado de protegernos de las enfermedades, reacciona atacando a la mielina, sustancia que facilita la transmisión de los impulsos nerviosos.

“Hablamos de una patología que habitualmente cursa en brotes.  Se considera que la persona desarrolla un brote cuando presenta la aparición de síntomas propios de la enfermedad y estos persisten al menos 24 horas. Los síntomas pueden consistir en la pérdida de visión por un ojo, la debilidad de una extremidad, el adormecimiento de una parte extensa del cuerpo, etc.  Estos brotes constituyen repuntes inflamatorios de la enfermedad y son su manifestación más conocida”, afirma el Dr. Francisco Gilo, neurólogo del Instituto de Neurociencias Avanzadas de Madrid (INEAMAD) del Hospital Nuestra Señora del Rosario.

 

Los síntomas paroxísticos

 

Pero existen otros síntomas atribuibles a la Esclerosis Múltiple que, si bien no traducen la aparición de nueva actividad inflamatoria, pueden simularla y ocasionar también repercusión funcional. “Los fenómenos paroxísticos son síntomas con una duración muy variable, a veces duran tan solo escasos segundos. Hablamos de síntomas intermitentes de tipo neurológico (hormigueos, calambres, dolor de extremidades o de la cara, alteración del habla…), ocasionados por una cicatriz antigua que genera inestabilidad eléctrica y química en el área donde la cicatriz se asienta, provocando la aparición de estos episodios. Pueden aparecer tanto espontáneamente como inducidos por diversos desencadenantes (flexión del cuello, aumento de la temperatura corporal, movimientos de extremidades, etc.)”, explica el Dr. Gilo.

 

Resulta muy habitual que los pacientes no cuenten a su médico estos síntomas paroxísticos, sin embargo es importante hacerlo, ya que afectan de forma significativa a la calidad de vida y pueden ser tratados con buenos resultados.

 

“En el caso del tratamiento de los fenómenos paroxísticos, no se basa en modificar la actividad inflamatoria, precisa de medicamentos capaces de estabilizar la membranas nerviosas. Estos actúan de manera análoga a la que lo hacen los fármacos antiarrítmicos o antiepilépticos. Mediante el bloqueo de los canales iónicos, que son como compuertas para el trasiego de electrolitos a través de las membranas de las células nerviosas, son capaces de regular la actividad irritativa local”, señala el neurólogo.

 

El tratamiento habitual de los síntomas más habituales de la Esclerosis Múltiple (fatiga general y debilitante, problemas de movilidad y pérdida de equilibrio, alteraciones del estado de ánimo, cambios en el ritmo del habla, visión borrosa o doble, dolor muscular y sensibilidad al calor) con los nuevos tratamientos disponibles, capaces de regular la actividad inflamatoria, se está consiguiendo reducir y eliminar en muchos casos la aparición de brotes, deteniendo el desarrollo de la enfermedad, junto con los utilizados para manejar los síntomas paroxísticos “se está logrando cada vez un mejor control de la enfermedad”, asegura el neurólogo de INEAMAD.

 

                                                           

Con todos estos avances se consigue disminuir el porcentaje de pacientes que presenta una discapacidad. En este grupo de enfermos es importante el tratamiento rehabilitador para preservar sus funciones. Se puede, también, realizar tratamientos para la espasticidad en los casos en los que esta sea limitante. “Además, existen Asociaciones de Pacientes y Centros Especializados que pueden ser de gran ayuda para los pacientes que están más afectados y asimismo servir de orientación para la formación de las personas que se encargan de su cuidado”, indica el Dr. Gilo.

 

Por supuesto, no podemos dejar de señalar la importancia de llevar unos hábitos de vida saludables, como hacer ejercicio físico moderado y seguir una alimentación sana, ya que esto permite al organismo estar en la mejor disposición para minimizar el potencial daño que le pueda ocasionar la enfermedad. “Todo ello, contribuye a poder seguir llevando una vida normal, sobre todo, si se tiene en cuenta que, gracias a los avances de las últimas décadas, actualmente la mayoría de las personas con esta enfermedad no necesitan modificar sustancialmente su ritmo de vida. Como en otras enfermedades autoinmunes, se cree que llevar una vida poco estresante puede repercutir positivamente en la estabilidad de la EM”, recuerda el especialista de Ineamad.