Con el tiempo, las fibras que sostienen nuestra piel se degradan (colágeno y elastina). Una degradación sobre la que también influyen la predisposición genética, los cambios hormonales y el ‘efecto yoyó’ de una mala dieta.
En el caso del rostro, no solo cae la piel, sino también la grasa. El tejido dérmico adelgaza y los compartimentos de grasa se desplazan, lo que provoca un ensanchamiento del tercio inferior de la cara. Para paliar esto, puede ser útil la Radiofrecuencia Indiba, que estimula las fibras elásticas. Pero si el deterioro es grande, hay que recurrir al lifting.
“Con este procedimiento se reponen los planos y los ángulos perdidos y se elimina el aspecto de cara cansada que producen los tejidos flácidos”, explica el Dr. Antonio de la Fuente, Jefe del Servicio de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora del Hospital Nuestra Señora del Rosario.
En el caso del pecho, zona donde la piel es especialmente delicada, su tonicidad se ve comprometida por cambios relativos al volumen, como el embarazo, la lactancia, las variaciones hormonales, etc. El ejercicio con pesas puede ayudar a favorecer la sujeción de la mama y, el Pilates a evitar que caiga por una mala higiene postural.
Pero si lo que deseamos es corregir una caída pronunciada (ptosis) debemos recurrir a la cirugía. Concretamente a una operación llamada mastopexia: “En ella se extirpa el exceso de piel y se remodela pezón, areola y tejido mamario. En ocasiones, se coloca un implante para aumentar el volumen y mejorar el resultado estético”, afirma el Dr. de la Fuente.