Con la llegada del buen tiempo, la subida de las temperaturas y las variaciones en los horarios y los hábitos de vida, muchas personas empiezan a notar los síntomas de lo que se conoce como astenia primaveral. Un trastorno que, en palabras de la Dra. Débora Nuevo Ejeda, del Servicio de Medicina Interna del Hospital Nuestra Señora del Rosario, “podemos definir como una sensación pasajera de cansancio, tanto físico como intelectual, que se inicia normalmente en las primeras semanas de la primavera y sin que encontremos una causa orgánica que lo justifique”.

Este hecho explicaría que la OMS no la considere una enfermedad. Sin embargo, su incidencia ha ido aumentando progresivamente en los últimos años. “Se calcula que entre un 10 y un 20% de los pacientes que consultan a su médico de familia al inicio de la primavera lo hace por cuadros de debilidad y astenia. Alrededor de un 2% de la población los sufrirá en algún momento de su vida, principalmente en la franja de edad comprendida entre los 20 y los 50 años, siendo también algo más frecuente en mujeres”, detalla la especialista.

¿Cuáles son sus síntomas? ¿Cómo reconocerla?

Aunque la clínica no es muy específica, típicamente incluye los siguientes síntomas:

  • Alteraciones del estado general, con sensación de cansancio y apatía, con ese “tener pocas ganas de hacer nada”.
  • Alteraciones del sueño que van desde el insomnio hasta una somnolencia importante durante el día.
  • Dificultad para concentrarse, con trastornos de memoria.
  • Cambios de humor, tristeza, sin causa clara.
  • Dolor muscular y articular.

¿Qué causas explican la astenia primaveral?

Según la Dra. Nuevo Ejeda, las teorías al respecto son muy variadas y se achaca la astenia a cambios en los biorritmos, alteraciones hormonales, oscilaciones en la presión atmosférica y en la humedad ambiental, etc.

“Las alteraciones hormonales durante el cambio de estación explicarían por qué es más frecuentes entre los 20 y los 50 años, y la razón de que las mujeres se vean más afectadas”, apunta. Y añade: “Dado que la luz es un factor determinante en la producción de melatonina, hormona fundamental en la regulación del sueño y los ritmos circadianos, los cambios en la radiación solar de la primavera podrían influir en la producción de melatonina y de serotonina”.

Recomendaciones

Lo primero que hay que hacer, según la internista del Hospital Nuestra Señora del Rosario, es descartar que no hay otras causas fisiológicas o patológicas, como anemia, hipotiroidismo, problemas reales de sueño, depresión, etc.

Una vez se confirme que no existe ninguna patología subyacente, lo más relevante es investigar sobre el estilo de vida y adoptar, a partir de ahí, unas medidas higiénico-dietéticas y conductuales adecuadas que, en opinión de la Dra. Nuevo Ejeda, serían las siguientes:

  • Respetar la higiene del sueño, con unos horarios fijos y un descanso mínimo de 7 horas diarias.
  • Practicar ejercicio físico moderado y, principalmente, al aire libre
  • Evitar hábitos tóxicos como alcohol, tabaco, sustancias excitantes, somníferos, etc.
  • Seguir una dieta sana y equilibrada. Aumentar el consumo de vegetales frescos de estación, limitar las carnes rojas a 2 veces por semana y eliminar los alimentos procesados en su práctica totalidad.
  • Asegurar una ingesta óptima de agua (unos 2 litros diarios).
  • Recurrir en ocasiones a suplementos vitamínicos (preferiblemente bajo recomendación médica) o naturales (jalea real, ginseng, guaraná, etc.).

“De cualquier forma, ya que los efectos de los cambios de estación son de sobra conocidos, la mejor manera de minimizar sus efectos sobre nuestra salud es intentar adoptar todas las medidas anteriores y mantener un estilo de vida saludable de forma permanente”, concluye la especialista.