Los seres humanos pueden exponerse a sus efectos nocivos a través de alimentos procesados (azúcar, sal, bebidas, agua)

En 2018, microplástico fue elegida palabra del año por la Fundación del Español Urgente (Fundéu). La preocupación social por los fragmentos de plástico de menos de 5 milímetros, fabricados con ese tamaño o fragmentados de una pieza mayor durante su proceso de descomposición, fue extraordinaria. ¿Cómo influyen en nuestro organismo? ¿Cómo pueden afectarnos? ¿Cómo actúan sobre nuestro sistema respiratorio o digestivo?
A pesar de que existe escasa literatura científica al respecto, el Dr. Gerardo Clemente Ricote, jefe del Servicio de Hepatología y Gastroenterología del Hospital Nuestra Señora del Rosario, asegura que, de ingerirse, las partículas pueden acumularse en las placas de Peyer, principalmente en el íleon terminal, o en el epitelio de las vellosidades intestinales. “Si las partículas son captadas por los macrófagos pueden llegar a los conductos linfáticos y ganglios y, finalmente, y a través de la circulación sistémica, a otros órganos, como son la médula ósea, los riñones, el bazo e, incluso, el hígado”, detalla el especialista.

Impactos dañinos en diferentes ecosistemas

En la actualidad los plásticos (polímeros de cadena larga) son materiales de amplio uso y casi insustituibles en múltiples ámbitos de nuestra vida cotidiana. Su producción, que supera ampliamente los 300 millones de toneladas anuales, abarca diferentes tamaños (macro, microplásticos y nanoplásticos) y diversas formas según su destino. Dado que esa cantidad tiene un reciclaje y una reutilización bajos, constituyen el 54% de la masa global de residuos.
Según su tamaño, forma y tipo son causantes, durante su ciclo vital, de numerosos y variados impactos dañinos en diferentes ecosistemas, con repercusiones bioquímicas y fisiológicas para diferentes especies. Son especialmente preocupantes los originados por los más pequeños (micro y nanoplásticos), pues cuanto más reducidos sean, mayor capacidad toxica presentan. En el momento actual los nanoplásticos tienen propiedades toxicológicas desconocidas.

Toxicidad

Como recuerda el Dr. Clemente Ricote, “los polímeros plásticos suelen ser considerados materiales inertes, pero pueden causar alteraciones en los seres humanos y en el ambiente. La toxicidad viene determinada por la polimerización (casi nunca completa, por lo que pueden quedar monómeros u oligómeros residuales), la degradación que han sufrido y por los contaminantes que hayan podido adsorber”. Igualmente, estos plásticos pueden tener sustancias químicas endógenas, pueden concentrar metales, hidrocarburos o plaguicidas e, incluso, productos farmacéuticos y de cuidado personal, que se pueden depositar en el agua, los sedimentos e, incluso, en el aire. “No sorprende, pues, que muchos de estos contaminantes hayan sido catalogados como tóxicos o incluso con cierta acción endocrina”, continúa el especialista del Hospital Nuestra Señora del Rosario.
Los contaminantes adsorbidos en el plástico pueden entrar en los organismos por inhalación (la de mayor importancia), vía oral o dérmica. Hay estudios que demuestran, igualmente, cómo las partículas plásticas de diferente tamaño son ingeridas por una gran variedad de organismos marinos (más de 690 especies marinas están contaminadas por residuos plásticos) o terrestres. En otras ocasiones, la contaminación viene determinada por vía trófica al servir algunos animales como fuente de alimentación de otros. “Además de por lo anterior, los seres humanos pueden exponerse a través de alimentos procesados (azúcar, sal, bebidas, agua)”.

Consecuencias negativas para el organismo

Tras la ingesta, las partículas pueden acumularse en el aparato digestivo, produciéndose su excreción posteriormente (horas o días), o trasladarse al tejido corporal alcanzando o no el aparato circulatorio. “Hay comprobación de que pueden llegar a las células epidérmicas. De hecho, los residuos plasticos de mayor tamaño, si no son expulsados o la excreción no es completamente eficaz, pueden producir obstrucción u otras toxicidades”, abunda el Dr. Clemente Ricote.
“En el ser humano, si las partículas se ingieren o inhalan, la localización final puede estar en el pulmón o en el aparato digestivo. En el intestino, al perder el moco la viscosidad protectora, las partículas pueden penetrar, pudiéndose acumular en las placas de Peyer, principalmente en el íleon terminal, o en el epitelio de las vellosidades intestinales”, destaca el doctor, quien añade: “Si las partículas son captadas por los macrófagos, pueden llegar a los conductos linfáticos y ganglios y, finalmente, y a través de la circulación sistémica, a otros órganos como la medula ósea, los riñones, el bazo o el hígado”. No hay una gran experiencia sobre la lesión que puede producir en las personas a nivel hepático. En los peces si se ha detectado, en este órgano, estrés celular en forma de depleción de glucógeno, vacuolas de grasa y necrosis celular.
“Son muchos los factores, no bien conocidos en la actualidad, que pueden determinar el riesgo sobre los humanos de la ingestión o inhalación de los residuos plástico, como la dosis, la perduración o la forma de contacto”, concluye.