El Dr. José Perea García, especialista en Proctología, recuerda que siempre se hace preciso algún procedimiento quirúrgico

Cuando las glándulas situadas en el canal anal, encargadas de lubricar la mucosa que lo tapiza, se obstruyen e infectan dan lugar a la aparición de abscesos. Estos, como recuerda el Dr. José Perea García, especialista en Proctología del Hospital Nuestra Señora del Rosario de Madrid, se convierten en una proporción importante en fístulas: “En la mayoría de los casos, la fístula anal es el resultado de un absceso perianal. En un pequeño porcentaje son debidas a otros procesos, como la enfermedad de Crohn, enfermedades de transmisión sexual, trauma, tuberculosis, cáncer o divertículos”.

Según detalla el Dr. Perea García, el dolor y la inflamación intermitentes alrededor del ano, relacionado o no con la deposición, además de secreción, son síntomas evidentes de padecer una fístula anal. “Es relativamente frecuente la alternancia entre el dolor y la supuración, con periodos variables de cada uno de ellos. El sangrado, la secreción con sangre o mal olor, o la irritación de la piel alrededor del ano son otros de los indicadores de que algo no va bien”, continúa.

Su diagnóstico varía en función de si son simples (afectan a menos del 50% del aparato esfinteriano) o complejas (aquejan a más del 50%). En el caso de las primeras, puede bastar con una historia clínica, un tacto rectal o una rectoscopia. En el de las complejas, sin embargo, además de estas medidas se hacen necesarias otras exploraciones complementarias, como la ecografía endoanal, la resonancia nuclear magnética y la manometría anorrectal.

Diferentes opciones terapéuticas

El Dr. Perea García subraya que, en cualquier caso, el tratamiento de la fístula anal pasa siempre por el uso de procedimientos quirúrgicos. Las fístulas simples se tratan mediante una fistulotomía, en que la piel y el músculo hasta el trayecto de la fístula se cortan, convirtiéndolo en un surco abierto

En el caso de las fístulas complejas o fístulas reproducidas (multioperadas), hay varias opciones terapéuticas. Los más empleados son el Seton y el Flap. El sedal o Seton se aplica cuando no se pueda extirpar la totalidad del trayecto por su relación con el esfínter o en aquellos casos en los que haya un componente inflamatorio agudo, con absceso asociado. Entonces, se deja una banda de silicona elástica (en el caso de enfermedad de Crohn o alta sospecha) o hilo de seda gruesa, con el fin de que la fístula no se cierre en falso, así como para tensar de la misma.

También se puede realizar el denominado Flap o colgajo de avance: “En primer lugar se extirpa el trayecto desde el orificio fistuloso externo hasta el aparato esfinteriano, para luego cerrar internamente dicho orificio mediante un autoinjerto mucoso”, aclara el doctor Perea, quien apunta que “existen otros procedimientos más recientes que abarcan desde la aplicación de pegamentos biológicos o materiales biocompatibles sintéticos, hasta la aplicación de células madre dentro del trayecto fistuloso, con resultados aún por analizar, en especial a largo plazo”.