El Dr. Pedro Aramburo González, especialista en Oncología Médica, señala cómo afecta la pandemia a personas con cáncer

Ante la situación de pandemia por SARS-COV-2 (Covid-19), las autoridades han tomado diversas decisiones, como la declaración del estado de alarma. En general, se han adoptado una serie de medidas (confinamiento, cierre de actividades no esenciales, medidas higiénicas individuales…), todas ellas bien conocidas por la ciudadanía.

En cualquier caso, como apunta el Dr. Pedro Aramburo González, especialista en Oncología Médica del Hospital Nuestra Señora del Rosario y del Hospital Beata María Ana, algunas circunstancias particulares deberían ser analizadas en determinados grupos de riesgo: “En el caso concreto del paciente oncológico, coinciden la posible alteración de su inmunidad, provocada por el mismo tumor, así como la derivada por los posibles tratamientos aplicados, muchos de ellos inmunosupresores”.

Ante esta disyuntiva,  la mayoría de las sociedades científicas –Sociedad Española de Oncología (SEOM), American Society of Clinical Oncology (ASCO) o European Society of Medical Oncology (ESMO), entre otras- han difundido guías y líneas de actuación desde el punto de vista clínico y ético.

En cualquiera de los escenarios, y teniendo en cuenta que la Oncología es una especialidad que no puede pararse por la naturaleza de la patología de que se ocupa, hay maniobras que parecen sencillas, como, según señala el Dr. Aramburo, “suspender revisiones rutinarias en enfermos sin sintomatología, realizar las exploraciones solo absolutamente necesarias, efectuar entrevistas telefónicas…. en orden a minimizar o evitar la presencia del enfermo oncológico en un lugar de riesgo como es un hospital”.

A su juicio, a la hora de tomar decisiones habría que valorar individualmente el peligro de aplicar tratamientos inmunosupresores, con el consiguiente riesgo de contagio e, incluso, ingreso hospitalario en un sistema sanitario estresado por la pandemia, frente al hecho de dejar a un paciente con una enfermedad potencialmente letal como el cáncer sin su tratamiento adecuado. Mucho más en una situación que no tiene fecha de finalización fijada.

Por eso, ante este oxímoron, y en ello coinciden todas las sociedades oncológicas, se debería extremar cuidadosamente  la valoración de los pros y los contras de la decisión de aplicar un tratamiento que puede perjudicar al paciente.

Evaluación personalizada en comités de tumores

Siempre que sea posible, según el Dr. Aramburo, esa valoración clínica se ha de realizar en comités de tumores,  en orden a tomar decisiones colegiadas por varios especialistas. “Se ha de evaluar cada caso de forma personalizada, pues no tratamos historias clínicas, sino a personas con una enfermedad y un entorno vital, para decidir las posibilidades de retrasar tratamientos, reducir dosis de las distintas drogas, etc., siempre y cuando sea razonable desde el punto de vista clínico”.

Con posterioridad, estas decisiones deberían poder ser informadas y discutidas con los propios pacientes y sus familias con la intención de tomar la que se considere “mejor opción” de forma consensuada y aceptada. “Igualmente se debe valorar la relación con otras especialidades que, por la naturaleza de la pandemia, pueden tener dificultada su actuación en este momento, como cirugías, UCI, radiodiagnóstico, etc.

“De cualquier modo, parece plausible no iniciar o continuar tratamientos en pacientes infectados o con sospecha de infección por COVID-19, así como con aquellos que han tenido contactos de alto riesgo”, sugiere el especialista del Hospital Nuestra Señora del Rosario, quien abunda: “Cualquiera de estas aproximaciones deberían  ser precisadas, aún más, en aquellos pacientes que con motivo de la enfermedad oncológica o de su situación biológica basal sufran otros factores de riesgo (edad, fragilidad biológica, hipertensión arterial, diabetes, trastornos cardiovasculares…).

Plano ético

El hecho de tomar decisiones rápidas en un escenario hostil como los hospitales, ahora mismo estresados por los enfermos infectados, obliga a ser especialmente cuidadosos desde el plano ético. En este sentido, según el Dr. Aramburo, “se intentarán aplicar en todo momento, en la medida de lo posible, los pilares básicos de la bioética (dignidad personal del enfermo, no maleficencia o equilibrio entre riesgo y beneficios de los tratamientos, autonomía del paciente y no discriminación de enfermos, sustituyendo valores generales por individuales)”.

En cualquier circunstancia es realmente trascendente que ningún paciente sea discriminado en su indicación terapéutica  por motivos ajenos a su patología y probabilidad de cura o supervivencia. Igualmente es importante la protección de todo el personal sanitario tanto desde el punto de vista biológico como psicológico.

La SEOM ha colgado en su web  una serie de datos e informaciones, que están a disposición  de todos aquellos pacientes y personas interesadas: https://seom.org/images/Preguntas_frecuentes.pdf.