Si una característica define a quienes desarrollamos nuestra tarea diaria en el Hospital Nuestra Señora del Rosario, esa es la del empeño y el esfuerzo por humanizar la asistencia sanitaria, poniendo en valor la dignidad y la singularidad de cada persona ingresada, a la que prestamos una atención individualizada.

Procuramos en todo momento brindar un cuidado integral, que dé respuesta no solo a las necesidades físicas del paciente, sino también a sus esferas emocional, social y espiritual. Para nosotros es fundamental potenciar, en el encuentro del enfermo y su familia con los profesionales de la salud, una cultura que extreme la sensibilidad hacia el dolor, el sufrimiento, la discapacidad, la agonía, la muerte, el duelo y la defensa de la vida.

Para cumplir este objetivo, que es uno de los valores de nuestra identidad, el hospital viene promoviendo diferentes actividades de formación continua entre su personal, potenciando unas habilidades de comunicación que nos sirvan para acompañar a las personas que sufren. “Los profesionales de la salud, en el ejercicio de nuestra tarea cotidiana, hemos de integrar una serie de destrezas y actitudes que faciliten el abordaje de la enfermedad y hemos de entender que esta afecta de muy diversas formas al individuo”, explica Laura Asenjo, supervisora de la UCI del hospital, quien añade: “Solo desde una escucha activa, empática, atenta y sincera podremos ofrecer al paciente un espacio de apoyo, una relación terapéutica y unos cuidados necesarios en momentos difíciles, en una situación de enfermedad aguda, crónica, paliativa o de proximidad de la muerte”.

El gesto de entrega al paciente conlleva escucharlo activa y abiertamente, sin juzgarlo, sin opinar, sin restar importancia a sus inquietudes, preocupaciones, temores e incertidumbres, para ayudarlo en la reflexión y en la comprensión por sí mismo del momento en el que se halla.