El 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes, es una fecha trascendental y de celebración para las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, propietarias del Hospital Universitario Nuestra Señora del Rosario. Ese día de 1804, un grupo de 12 mujeres, cuya Superiora era Madre María Ràfols, que habían llegado a Zaragoza acompañadas por el Padre Juan Bonal y 12 hombres más para atender el Hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia, fundaron la Congregación. Desde aquel día, compartieron la vida y la suerte de los enfermos, los dementes, los niños abandonados y de todos los que se acogían a la caridad de aquella institución cuyo lema era Domus Infirmorum Urbis et Orbis (Casa de los enfermos de la ciudad y del mundo). En este 2022 que ahora acaba, las Hermanas de la Caridad de Santa Ana cumplen 218 años de entrega y compromiso con los más desfavorecidos del planeta.

A los pocos años de llegar a la capital aragonesa, las Primeras Hermanas soportaron las bombas de la Guerra de la Independencia, el traslado de los enfermos de un hospital destruido al Hospital de Convalecientes, acompañaron a los condenados a muerte, acudieron en ayuda de los enfermos en tiempo de epidemias. Juan Bonal recorrió los caminos de media España para pedir limosna para los enfermos del Hospital. 

Después de la muerte de María Ràfols, acaecida el 30 de agosto de 1853, la Congregación comenzó su expansión y, en la actualidad, cuenta con 242 comunidades, más de 300 centros en 29 países de los cinco continentes y 1.752 Hermanas que, apoyadas por un numeroso grupo de laicos, transmiten a diario el amor y la misericordia de Dios, están atentas a las necesidades de los que les rodean y muy cerca de los más vulnerables en los diferentes campos donde trabajan: Educación, Salud y Acción Social.

En este mundo globalizado en el que vivimos, las Hermanas expresan, con su forma de vida, que Dios está cerca de cada uno de nosotros, que quiere a todos los seres humanos, y que tiene predilección por los más pobres y necesitados de la sociedad. Por eso, la Congregación trata de hacerse presente, desde su carisma de Caridad hecha Hospitalidad, allí donde hay más pobreza y dolor, donde hay una urgencia o una necesidad que atender.