La lactancia materna tiene múltiples beneficios para la salud del bebé y uno de ellos es acelerar el proceso de maduración de su flora intestinal. “Esta maduración consiste en la adquisición de la flora adecuada en el tracto digestivo en los niños, hasta que se asemeja a la del adulto. Cuanto antes madure la flora (también llamada microbiota) más protegido estará el bebé al ser una de su funciones estimular el funcionamiento del sistema inmunológico”, explica la Dra. Leticia Ruiz, Neonatóloga del Hospital Nuestra Señora del Rosario de Madrid.
Antes de nacer, el bebé entra en contacto únicamente con algunas bacterias, pero es en el momento del nacimiento cuando comienza realmente la colonización del intestino por parte de la microbiota.
El parto vaginal favorece una colonización más adecuada, representada por bacterias vaginales y fecales. Después, el contacto con la madre y el tipo de alimentación serán los responsables de continuar con el establecimiento de una microbiota saludable y óptima.
La lactancia materna
“La lactancia materna es un factor determinante para una colonización idónea del intestino del recién nacido, predominada por bifidobacterias” afirma la Dra. Ruiz Tanto la lactancia en sí, como la alimentación de la madre, tienen influencia sobre el correcto establecimiento de la microbiota en el bebé. Según un estudio publicado en España en 2015, un bebé que tome unos 800 mililitros de leche materna al día, ingiere entre cien mil y diez millones de bacterias diariamente.
Los componentes de la leche materna: anticuerpos del tipo Ig A, oligosacáridos prebióticos (que favorecen el crecimiento de ciertos microorganismos) y los millones de bacterias que forman parte de dicha flora (bifidobacterias, lactobacilos, estafilococos…), son los que hacen que la flora bacteriana madure, así como sus funciones inmunitarias y de absorción de nutrientes.
Hacia los 2-3 años, cuando cesa la lactancia, se acaba de establecer la microbiota definitiva (la del adulto, 100 trillones de microorganismos, unas 10 veces más que células humanas). Su composición se habrá visto afectada por numerosos factores, y además por el tipo de alimentación complementaria que haya recibido el niño. Pero de lo que no cabe duda es que el factor que está al alcance de la mano de todas las madres, y que tiene una mayor influencia en dicho proceso, es la lactancia materna.