Últimamente está en boca de todos las noticias relacionadas con la alimentación y maduración intestinal de nuestros recién nacidos. Quizá, hasta los últimos años no se le había dado la importancia que merecía dicha maduración y los factores que intervienen en ello.

gastrointestinal

La maduración intestinal consiste en la adquisición de la flora adecuada en el tracto digestivo en los niños, hasta que se asemeja a la del adulto. Pero entonces, ¿qué es esta flora intestinal? La microbiota o flora intestinal es el conjunto de microorganismos que se encuentran colonizando el intestino humano. En concreto se estima que existen alrededor de 100 trillones de microorganismos, unas 10 veces más que células humanas.

Antes de nacer, el bebé entra en contacto con algunas bacterias, pero es en el momento del nacimiento cuando comienza realmente la colonización del intestino por parte de la microbiota. El parto vaginal favorece una colonización más adecuada, representada por bacterias vaginales y fecales. Una vez ha nacido el bebé, el contacto con la madre (piel con piel) y el tipo de alimentación que éste reciba será el responsable de continuar con el establecimiento de una microbiota saludable y óptima.

Y es en este punto donde entra en juego nuestra gran aliada,  la lactancia materna, factor determinante para la colonización escalonada (importantísimo que sea progresiva) e idónea del intestino del recién nacido, predominada por bifidobacterias. Tanto la lactancia en sí como la alimentación de la madre, tienen influencia sobre el correcto establecimiento de la microbiota en el bebé.

La leche materna es la mejor forma de alimentar a un recién nacido por multitud de motivos. Ya hemos comentado en numerosas ocasiones los componentes de la leche materna: anticuerpos del tipo Ig A, oligosacáridos prebióticos (que favorecen el crecimiento de ciertos microorganismos), millones de bacterias  que forman parte de dicha flora (bifidobacterias, lactobacilos, estafilococos…) y por ente, los grandes beneficios no sólo a nivel nutricional, sino también inmunitario y madurativo, que proporciona la lactancia materna. En un estudio publicado en 2015 en nuestro país, se concluyó que un bebé que tome unos 800 mililitros de leche materna al día, ingiere entre cien mil y diez millones de bacterias diariamente.

Durante este proceso madurativo hay otros factores que influyen negativamente en el correcto desarrollo de la microbiota, y a la cabeza de ellos están ciertos antibióticos.

Hacia los 2-3 años, cuando cesa la lactancia, se acaba de establecer la microbiota definitiva (la del adulto). Su composición se habrá visto afectada por numerosos factores, y además por el tipo de alimentación complementaria que haya recibido el niño. Pero de lo que no cabe duda es que el factor que está al alcance de la mano de todas las madres, y que tiene una mayor influencia en dicho proceso, es la lactancia materna.