El Dr. Enrique Pérez Luengo, cirujano plástico, destaca su diagnóstico y tratamiento precoces para evitar que sea irreparable

Sonreír, llorar, expresar miedo, tristeza o alegría son acciones que hacemos de manera inconsciente. Los gestos faciales nos definen e identifican como personas. “Cuando la cara se paraliza, perdemos la parte del lenguaje no verbal que nos caracteriza como  humanos”, afirma el Dr. Enrique Pérez Luengo, del Servicio de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora del Hospital Nuestra Señora del Rosario, quien define la parálisis facial como “una lesión del nervio facial que provoca la paralización de los músculos que intervienen en la expresión de la cara”.

Aunque es una enfermedad con la que se puede vivir, produce dificultades para la pronunciación y la deglución, enfermedades del ojo por exposición y sequedad de la córnea y descolgamiento progresivo de la cara, lo que contribuye a reducir la autoestima y deteriorar  las relaciones personales y laborales del paciente.

Causas de la parálisis facial

Aunque las causas son variadas, en más del 85% de las ocasiones su origen es desconocido. Entonces se denomina parálisis facial a frigore o parálisis de Bell. “Su evolución suele ser benigna con tratamiento médico y rehabilitación, produciéndose una recuperación  completa en la mayoría de los casos”, asegura el Dr. Pérez Luengo.

El resto de parálisis faciales se asocia a traumatismos craneales graves, tumores, infecciones víricas o a patologías asociadas al oído. La musculatura facial sufre una atrofia progresiva cuando persiste la denervación. Según el cirujano plástico, “esta atrofia es reversible si el nervio se regenera y vuelven a llegar impulsos nerviosos antes de los dos años de evolución. Pasado este tiempo, el músculo es sustituido por tejido fibroso y el daño es irreparable. De ahí la enorme importancia del diagnóstico y el tratamiento precoces”.

¿Cómo se ha de tratar la parálisis facial?

Diferentes técnicas microquirúrgicas transfieren fibras nerviosas desde nervios sanos de la cara y el cuello para que la musculatura facial todavía viable se mueva bajo las órdenes de otras áreas motoras. Los procedimientos más importantes son, según el Dr. Pérez Luengo, las siguientes:

  • Injerto cruzado desde el nervio facial sano (cross-face). Desde las ramas terminales del nervio facial sano se establece un puente que cruza la cara mediante un injerto nervioso, que aportará fibras motoras al territorio facial paralizado. Ambas caras se moverán bajo las órdenes del nervio facial del lado sano. Es el tratamiento de elección en los estadios más precoces.
  • Transferencias de nervios cercanos. Fibras nerviosas de nervios próximos al nervio facial pueden ser transferidos para reinervar la cara y permitir movimientos básicos. “Los pacientes recuperan la simetría en reposo, pueden cerrar el ojo y logran elaborar una sonrisa social con entrenamiento y rehabilitación”, detalla el Dr. Pérez Luengo.
  • Si la parálisis es de muy larga evolución (más de dos años), son inútiles los intentos de aportar inervación a grupos musculares ya destruidos. Por ello, se hace necesario el trasplante microquirúrgico de musculatura viable desde otra parte del organismo.

“Existen otras técnicas complementarias, destinadas a mejorar la función del ojo, que se basan en la colocación de pesas de oro en el párpado superior y la trasposición de pequeñas porciones de musculatura masticatoria cercana. También son útiles en ocasiones las inyecciones periódicas de toxina botulínica para mejorar la simetría facial”, abunda el especialista.