Según datos de Eurostat para 2015, España era el segundo país de la Unión Europea con más madres primerizas que tenían 40 años o más en el momento de dar a luz. Esto es, el 7,4% de todos los nacimientos de primogénitos cumplía con esta circunstancia. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), la edad media a la que las mujeres españolas tienen su primer descendiente se ha ido retrasando hasta los 30 años actualmente, cuando en 1975 era de 25. Es decir, lo que antes se consideraba un embarazo excepcional, de alto riesgo -y  a la mujer se la calificaba de “primípara añosa”-, hoy se mira como normalidad.

Como explica el Dr. José Luis Prieto, ginecólogo del Hospital Nuestra Señora del Rosario, “las circunstancias socioeconómicas actuales propician que, en muchos casos, la maternidad se retrase más allá de los 35 años”. De hecho, según abunda, “mantener hoy en día esa consideración nos haría plantearnos un porcentaje  importante de los embarazos como de riesgo y la experiencia nos hace ver que no es así”.

Es un hecho que la biología tiene sus recorridos y que a partir de los 35 años la fisiología de las mujeres cambia. Si en una situación normal estos cambios son inapreciables, el estrés que conlleva un embarazo puede hacer que se pongan de manifiesto. “Los obstetras podemos ayudar a diagnosticar si hay algún problema de este tipo e intentar ponerle solución antes de que se manifieste como tal”, asegura el Dr. Prieto. Así, al principio de la gestación y durante la misma se efectúan diferentes pruebas que sirven para prevenir posibles alteraciones desde la concepción hasta el momento del parto.

Diferentes estudios y pruebas

“Dentro  de la batería de estudios que se hacen al principio del embarazo intentamos detectar hipotiroidismo subclínico. Otro de los controles preventivos es la ecografía del primer trimestre, con la que se pretende buscar los marcadores principales (pliegue nucal en la semana 12) que hagan aconsejable estudiar más en profundidad el ADN fetal, ya que a partir de los 35 años aumentan estadísticamente los caso de trisomías, sobre todo trisomía 21 (síndrome de Down)”, subraya el ginecólogo.

La ecografía obstétrica permite igualmente observar la evolución del crecimiento del feto intraútero. Hay una serie de factores, de hábitos de vida (tabaquismo, obesidad) y también de cambios en la fisiología (hipertensión arterial) que pueden reducir el proceso normal del crecimiento del bebé intraútero.

Asimismo, también se controlan las alteraciones de los niveles de glucosa durante el embarazo a partir de pruebas que se hacen de rutina. “Esto permite detectar a las mujeres que  fuera del embarazo no tienen problemas con la regulación de dichos niveles. Pero el sobreesfuerzo del embarazo hace que los mismos se alteren y que la paciente pueda desarrollar una situación similar a la diabetes, lo que puede traer problemas para la normal evolución del embarazo”, concluye el Dr. Prieto.