Los cambios bruscos de temperatura que se están produciendo en estas fechas, en las que no es nada habitual este exceso de calor, pueden originar problemas en la salud de las personas, especialmente de las más vulnerables.  Como detallan en un artículo publicado en Cuídate Plus, del diario Marca, “no es lo mismo estar inmerso en una ola de calor veraniega en la que las temperaturas se mantienen altas durante un largo periodo de tiempo y suben progresivamente, que pasar de temperaturas cálidas o frías a extremas en muy poco tiempo, sin avisar y en épocas del año que no corresponden”.

La Dra. Débora Nuevo Ejeda, especialista en Medicina Interna del Hospital Universitario Nuestra Señora del Rosario, apunta cómo afectan estos cambios en nuestro organismo, qué pacientes tienen más riesgo de sufrir los efectos del calor o qué se puede hacer para evitarlos. “El cuerpo tiene una capacidad de adaptación brutal ante cambios que son progresivos. En verano, las diferencias de temperatura son progresivas, por lo que el organismo reacciona con tiempo. Ante olas de calor repentinas, los mecanismos de adaptación deben actuar rápido y colapsan. Esta falta de tiempo de adaptación hace que se produzcan, por ejemplo, situaciones de deshidratación más intensa porque no estamos preparados ni prevenidos”, señala.

Además es importante tener en cuenta que la tolerancia al calor no es igual en todo el mundo y que el proceso de adaptación a estos cambios, es decir, la aclimatación, es gradual y puede durar varios días o, incluso, semanas.

Los cambios bruscos de temperatura en estaciones que no corresponden hace que no estemos prevenidos ni adoptemos medidas por lo que al cuerpo le falta tiempo para adaptarse lo que puede provocar “deshidratación intensa”, abunda la Dra. Nuevo. Según asegura, “la falta de tiempo suficiente para poner en marcha estos mecanismos puede provocar deshidratación intensa, ya que no estamos preparados para las altas temperaturas. El centro termorregulador no funciona igual y el cuerpo identifica este calor como un estresante, actúa y pierde iones por el sudor y por la orina de manera rápida”.

Alteraciones

Según se advierte, se podrían ocasionar alteraciones de patologías persistentes como insuficiencias cardíacas, respiratorias o renales, que se podrían ver agravadas por una deshidratación o por unas alteraciones hidroelectrolíticas, además de efectos psicológicos, como insomnio, ansiedad, irritabilidad o depresión.

“La sed intensa, tener sequedad en la piel, la orina más oscura, calambres musculares, sensación de agujetas, fatiga, somnolencia, mareos o bajada de la tensión son algunos signos que hay que tener en cuenta”, avisa la Dra. Nuevo.

El consejo para evitar este tipo de situaciones es la prevención, esto es, beber agua con frecuencia, evitar el alcohol o el azúcar, que deshidratan, no tomar diuréticos, priorizar lugares frescos, eludir las horas centrales del día, etc.