Entre los dones del hombre, dos gozan de supremacía: uno es su esencia misma, su órgano supremo, el cerebro, allí donde se da candela y vigilancia a cuanto somos. El otro viene desde fuera, entrelazado a la superioridad del lenguaje para arar los surcos y grabar las huellas del conocimiento: es la lectura, donde cada uno trenza ilusiones, sombras y certezas.

Si un cerebro humano se diferencia de cualquier otro –Damasio dixit– en su capacidad creativa, en el sentido ético y en el lenguaje, el libro es la herramienta que convoca a ese cerebro al proporcionarle útiles tan esenciales.

La lectura genera en el lector:

  • nuevos mundos
  • espacios distintos
  • opiniones diversas
  • vidas infinitas

La creatividad, lector, te fue dada por tu cerebro, pero el libro traduce los caminos, provoca las miradas y diverge los senderos inmarcesibles que nacen del instante. Libro que ayuda a crear, permite volar, ajusta el decir y, por qué no, invita a creer.

La lectura no es sólo soporte, espacio o medio; la lectura es un cuerpo vivo que obliga a discriminar, criticar, decidir, eliminar arbitrajes neutros y, en último extremo, a «tomar partido», a darle un sentido ético a la decisión. He dicho cuerpo vivo y cambiante como «materia biológica», que nos puede ir mostrando ahora una cara, luego otra y así tantas como nuestro cerebro infinito sea capaz de asimilar de la realidad del libro.

Pero la lectura es sobre todo lenguaje. El cerebro entero, a un tiempo y como un todo, recibe el impacto de la lectura y por sus múltiples redes, desde las área de Broca a la Occipital, desde los nudos frontales hasta los intersticios límbicos, ilumina y ejecuta las órdenes precisas desde misterioso ejercicio del lenguaje; lenguaje oral o escrito, lectura que abarca todos los lóbulos, porque una sola letra es capaz de poner en jaque a un tiempo millones de neuronas.

El cerebro parece concebido para ser un útil de lectura, herramienta capaz de dar a un tiempo emoción, ejecución, crítica, recreación, desván e invención. Sensaciones todas que parecen concebidas por caricias talámicas o por hachazos medulares y luego transportadas por mágicos argumentos a toda la corteza cerebral.

Querido lector, he tenido el honor inmerecido de escuchar tu cerebro. Y me ha dicho que cuando leas hazlo:

  • con la mente limpia
  • «ponte ropa de niños»
  • aleja los prejuicios
  • elimina cuanto de sectario pueda tener el conocimiento

La importancia de generar el hábito lector en los niños

Y me ha dicho también que un libro te debe hacer mejor, porque la voluntad de búsqueda y su sacrificio, la dignidad a veces, la belleza otras, o la creativa intensidad y el argumento de lo que se rechaza, es una parte que ennoblece tu cerebro, da dimensión a tus redes neuronales y éticamente dota al individuo de un paso más hacia la plenitud. Y me ha dicho que leas o hagas leer a los niños, que el manejo de actos genera hábitos y que el cerebro invita constantemente al festín del estímulo.

En la ceremonia de la lectura, primero hay que leer lecturas infantiles, el cuento, las hermosas y múltiples vidas que habitan en las primeras lecturas y que el cerebro acoge virgen y ávido para dejarlas grabadas para siempre.

Luego, en la adolescencia, hay que atreverse con la novela, y no olvidar ir negociando el bello «comercio» de los clásicos. Y más tarde, adulto ya de cuerpo y de lecturas bien abastecido por lo previo, se debe buscar en el ensayo saberes donde contrastar tu propio baje para hacer grande su filosofía vital, es la gubia para ir remodelado los vanos de tu escultura…

Pero, querido lector, tu cerebro me dice que nunca será pleno si no lo abasteces todos los días de un poema. Porque la poesía es el oxígeno del alma, su argumento, su razón y también su cielo. Lee primero poemas rimados y, luego ya seguro de lo cierto, lee aquellos que nos llegan sin aparente medida y sin celo, que parecen acudir a la cita descompuestos. No te engañes, en la poesía libre de metro, busca el ritmo interior del poeta, su música, su armonía, y cuando la halles, entenderás –sin necesidad de comprenderlo– la belleza, la emoción, la estética y el sueño que vive en esos versos.

Hay que leer sin engullir

Dice el cerebro que la poesía la hicieron los dioses el mismo día que enredaron las neuronas y cosieron sus infinitos retículos. Me han dicho que los dioses dudaron si quedarse en el cerebro, en el Olimpo… y yo creo que van y vienen por esos caminos…

Hermano lector, compadécete de quien al leer engulle. Leer es algo exquisito que merece:

  • guiños
  • juegos
  • complicad entre el lector y el libro

La lectura debe ser transversa, nunca de un solo camino, sino de las innumerables veredas y destinos del intelecto.

Y elige bien el libro de tu hijo, el que regalas al momento de tu amigo, el que bajas del anaquel para esa tarde, precisamente esa tarde de estío que te invita a un momento de inmortalidad. No le brindes el Quijote a un niño, es un libro de adultos, porque debe ser leído sin remiendos ni artificios.

La belleza literaria, la emoción de la lectura no hacen al hombre, pero hay un día en que si la conoces, no podrás prescindir de ella. Me lo ha dicho tu cerebro y el mío que, aunque nunca iguales, algo tienen de parecido…

Dr. Ventura Anciones
Jefe del Servicio de Neurología, Neurofisiología y Neuropsiquiatría del Hospital Nuestra Señora del Rosario