La piel no tiene Alzheimer, la piel tiene memoria y nunca olvida. No nos podemos olvidar de esta afirmación y debemos tener siempre presente que el tejido cutáneo es el órgano más extenso de nuestro organismo y el que más expuesto está a agresiones físicas externas, como la radiación ultravioleta.

Desde que nacemos y hasta el fin de nuestra vida hay determinadas áreas de la piel que siempre reciben luz, como son la cara o el dorso de las manos. Hay que recordar que el sol no sólo lo recibimos en la playa tumbados en una hamaca, sino que lo hacemos habitualmente cada vez que salimos a la calle. La radiación solar existe todos los días del año, en cualquier época y lugar, incluso en días nublados.

La memoria de la piel es la dosis acumulativa de sol que vamos almacenando desde que nacemos y ésta será la que desencadenará en el futuro problemas importantes en nuestra piel, tanto estéticos como de salud. Entre los primeros destaca el fotoenvejecimiento, con arrugas, manchas, piel apagada, cuperosis o enrojecimiento facial… y entre los problemas de salud tenemos desde las queratosis actínicas, que son lesiones premalignas que degeneran en cáncer en un 20% de los casos, hasta los cánceres cutáneos como el basocelular, el epidermoide o el temido melanoma.

Como hemos comentado esta memoria cutánea se inicia desde el nacimiento, por lo que lo más importante es la prevención de las quemaduras solares durante los primeros 30 años de vida, pues esto dictará el futuro de nuestra piel. Se ha visto que el uso correcto de fotoprotectores en los primeros 20 años de vida disminuye en un 78% el riesgo de cáncer cutáneo. La aparición de quemaduras solares en la infancia aumenta en un 1000 por mil el riesgo de degeneración maligna de la piel en la edad adulta.

No podemos olvidar que la protección contra el sol no se debe limitar a la playa o piscina, pues el asfalto refleja un 2% de la luz solar, el césped un 10%, la arena un 17% y la nieve hasta un 80%. Por tanto, lo más importante es el uso de fotoprotección de manera correcta: aplicarla 20 minutos antes de la exposición al sol, sin olvidar ninguna parte de nuestro cuerpo, renovarla cada 2 horas y aun así evitar la exposición durante las horas de máxima radiación (desde las 12:00 a las 16:00 h). También recordar que la sensación de quemadura en la piel no es inmediata y no aparece hasta unas 4 horas después de la exposición.

Es muy útil en la ayuda a la protección solar el uso de betacarotenos por vía oral, que preparan la piel para la toma de luz. También se ha visto que los conocidos peeling cutáneos dermatológicos no sólo tienen un efecto cosmético sino que aumentan las defensas de la piel contra la degeneración cutánea, aumentando la síntesis de la proteína p53. Así y todo, hay que recordar que todas estas medidas ayudan, pero no borran la memoria de la piel.

Por último, es conveniente acudir una vez al año a revisión de la piel por un especialista que sabrá valorar la importancia de las diversas imperfecciones que la piel presenta, especialmente los cambios de color, tamaño y/o forma de los lunares.

Ana Álvarez-Vieitez

Servicio de Dermatología

Hospital Nuestra Señora del Rosario