La depresión después de haber sufrido un ictus es una secuela que se debe considerar y a la que hay que prestar atención. La Dra. Aina Castillo, del Servicio de Psiquiatría del Hospital Nuestra Señora del Rosario trabaja de forma coordinada con el equipo de neurólogos del Instituto de Neurociencias Avanzadas de Madrid (INEAMAD) en el control de esta complicación.
Y es que un tercio de lo pacientes que ha sufrido un ictus puede tener depresión, que en un porcentaje nada desdeñable va acompañada por la ansiedad. Por eso, es necesario tener en cuenta esta complicación a la hora de establecer las pautas de rehabilitación del paciente que ha sufrido un ictus y detectar la depresión a tiempo es clave para lograr una completa recuperación del paciente.
Normalmente, la depresión aparece en estos pacientes a los tres meses de haber sufrido el episodio del accidente cerebrovascular, pero no se puede bajar la guardia, ya que en algunos caso aparece transcurridos los tres o cuatro meses.
Los diez signos de alarma de la depresión en una persona que se está recuperando de un ictus son:
- Tristeza o decaimiento anímico
- Irritabilidad
- Falta de interés y desmotivación por las cosas cotidianas
- Pérdida de la capacidad de disfrutar
- Aislamiento social e, incluso, familiar
- Indiferencia o rechazo hacia la rehabilitación
- Trastornos del sueño
- Cansancio físico y/o psicológico
- Sentimientos de desesperanza, culpa y/o inutilidad
- Deseos de morir
Hay que tener en cuenta que hay una serie de factores de riesgo que hacen que un paciente con ictus pueda desarrollar o sufrir una depresión. Por eso, hay que tener una vigilancia más estrecha de los personas que presenten las siguientes características:
- Mayor gravedad del déficit motor y, por lo tanto mayor, discapacidad física.
- Antecedentes de depresión u otro trastorno psiquiátrico.
- Edad avanzada
- Escaso apoyo social y/o familiar
Dra. Aina Castillo
Servicio de Psiquiatría
Hospital Nuestra Señora del Rosario, de Madrid