Aneurisma cerebral

Un aneurisma es una dilatación anómala de la pared de una arteria y se puede localizar en cualquier vaso del organismo. Se produce cuando en un punto falla alguna de las capas que forman la pared arterial y ésta va cediendo progresivamente, con el riesgo de que llegue a romperse y ocasione una hemorragia grave o incluso mortal. Los aneurismas aparecen con mayor frecuencia en la aorta y en segundo lugar en las arterias cerebrales.

En el caso del cerebro, es más frecuente que los aneurismas aparezcan en la división o bifurcación de una arteria principal. El fallo de la pared suele ser puntual y se va formando una dilatación progresiva aneurismática con forma de saco.

Por lo general, la causa es congénita (aunque se suele manifestar tardíamente, a partir de los 30-40 años). Pero también pueden aparecer aneurismas tras otros tipos de alteraciones de la pared arterial, como el desgaste ocasionado por la conjunción de hipertensión arterial y arteriosclerosis, o los provocados por traumatismos, infecciones, etc.

El problema principal que plantean los aneurismas es que su rotura ocasiona una hemorragia intracraneal y, al encontrarse en las arterias principales del cerebro, la hemorragia se produce en el llamado espacio subaracnoideo, por donde circula el líquido cefalorraquídeo y por el que discurren estas arterias, de forma que la hemorragia se extiende rápidamente alrededor de todo el cerebro. En ocasiones pueden producirse, además, hematomas intracerebrales o hemorragias en los ventrículos cerebrales.

Aunque excepcionalmente, el aneurisma puede aumentar de tamaño progresivamente sin llegar a romperse, generando un aneurisma gigante que comprime las estructuras cercanas.

Los aneurismas suponen un importante problema médico, porque su rotura puede ocasionar la muerte instantánea o en las primeras horas en más de un 10% de los afectados.

Incidencias

La incidencia de los aneurismas es de aproximadamente 10 casos por cada 100.000 habitantes/año. Es excepcional que se detecten antes de producir una hemorragia y afecta principalmente a personas entre 40 y 60 años, siendo muy raros los casos de menos de 20 años de edad.

Diagnóstico

El estudio inicial que se realiza es un TAC cerebral para visualizar si realmente existe una hemorragia intracraneal (subaracnoidea, intracerebral….). Si esta prueba es aparentemente normal y se mantiene la sospecha clínica, está indicado realizar una punción lumbar para analizar si el líquido cefalorraquídeo tiene sangre o, si por el contrario, estamos antes una posible meningitis.

Una vez diagnosticada la hemorragia subaracnoidea, hay que confirmar la existencia de un aneurisma y su localización.

El método diagnóstico determinante, aún hoy en día, es la arteriografía o angiografía. Se debe de realizar un estudio de todos los vasos cerebrales (carótidas y vertebrales) puesto que, al ser en su mayoría de origen congénito, pueden existir varios aneurismas en un mismo paciente; en diferentes localizaciones, aunque sólo haya sangrado uno de ellos.

Síntomas

Se sospecha que puede existir una rotura de un aneurisma cuando el paciente refiere una cefalea brusca e intensísima acompañada de otros síntomas como vómitos, rigidez de nuca, disminución del nivel de conciencia o pérdida de alguna de las funciones neurológicas. Esta cefalea, con mucha frecuencia, se produce tras haber realizado algún esfuerzo físico que provoque un aumento de la presión arterial.

Tratamientos

El tratamiento de un aneurisma es muy complejo. Requiere un planteamiento y cuidados médicos intensivos que se centran en tres aspectos fundamentales:

    • Ayudar al paciente a superar los efectos de la hemorragia cerebral que se ha producido.
    • Prevenir el vasoespasmo y tratar sus efectos adversos.
    • Evitar el resangrado hasta que se realice el tratamiento definitivo del aneurisma.

Cirugía.- El tratamiento del aneurisma consiste en excluirlo de la circulación arterial. Las técnicas quirúrgicas en la mayoría de los casos cierran el aneurisma colocando una pequeña pinza llamada clip en el cuello del aneurisma preservando el resto de la circulación. Los mejores resultados y con menores riesgos se obtienen en los aneurismas que tienen un cuello pequeño, que puede ser abrazado fácilmente con un solo clip. La cirugía consigue cerrar los aneurismas en casi el 100% de los casos.

Embolización.- Estas técnicas endovasculares consisten en la cateterización selectiva de la arteria donde está localizado el aneurisma y la aplicación dentro de la cavidad aneurismática de diferentes sustancias o elementos (“coils”) que consiguen el cierre de la dilatación aneurismática por trombosis. Pero es necesario que el cuello del aneurisma sea pequeño para que retenga el material de embolización.

Sea cual sea el método seleccionado para cerrar el aneurisma, hay siempre un tratamiento médico-quirúrgico de base, encaminado a ayudar al paciente a superar los efectos agudos de la hemorragia (analgesia, sedación, protectores cerebrales, drenaje ventricular…), evitar el resangrado (control de presión arterial, medicación antifibrinolítica…), y prevenir y/o tratar el vasoespasmo (vasodilatadores y otras medidas para conseguir un aumento del flujo sanguíneo cerebral).

Por tanto, desde que el paciente llega al hospital, independientemente del nivel de conciencia o gravedad clínica que presente, un equipo especializado en patología vascular cerebral, formado por neurólogos, neurocirujanos, especialistas en Terapéutica Endovascular, e intensivistas, planearán el manejo terapéutico más adecuado en perfecta coordinación hasta conseguir la recuperación del paciente y el cierre aneurismático de la forma más precoz y con menor riesgo posible.